El caso es comparable con la exclusión de Diego hace exactamente 20 años y un día tras el dóping positivo -sin contraprueba-, en la Copa del Mundo de Estados Unidos. Pero sólo en el sentimiento y en la reincidencia. Justamente en USA 94', la FIFA sancionó de oficio al italiano Tassotti al español Luis Enrique -sí, el actual técnico del Barcelona-, por un codazo tremendoen el partido de cuartos de final.
La cuestión aquí es que para el reglamento es mejor que te sancione el árbitro dentro de la cancha y no el tribunal de disciplina post partido, con videos, fotos y un peritaje que no deja conforme a Uruguay.
Para Suárez, hubiera sido más conveniente una expulsión en el partido y su posterior pena, que este mazazo de expulsarlo del torneo, con multa incluida y hasta prohibición de acercarse a un Estadio de fútbol.
La estupidez es pedirle a la FIFA que tenga corazón. Reclamarle al organismo mundial más corrupto del globo que piense en la ilusión de tres millones de uruguayos de repetir su "maracanazo".
La FIFA no tiene en cuenta la historia de vida del delantero: que el padre lo abandonó a los nueve años, si tuvo carencias afectivas y si debió pelear mucho o poco para hacerse un lugar en el fútbol de su pueblo, luego de Montevideo, en Holanda o en Inglaterra. A la FIFA no le mueve un pelo que al tipo lo dejara la novia -su contención, quizás la única-, a los 16 años para irse a buscar suerte a Europa, ni que Luis apenas llegó a Holanda lo primero que pidió fue ir a buscarla y que hoy viven juntos y hasta tuvieron hijos.
A la FIFA lo que le encanta es dar lecciones de moral en los Mundiales.
Después podemos debatir largo y tendido si lo de Luis fue grave, una avivada o un acto repudiable.
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